martes, 5 de agosto de 2014

Peces bajo cero


Peces hay en todos los mares del Planeta, también en los que circundan los polos, en aguas cuyas temperaturas se encuentran por debajo de 0ºC. Parece imposible que así sea, porque cabría pensar que difícilmente pueden vivir peces en aguas que se encuentran a esas temperaturas, dado que sus líquidos internos podrían congelarse con facilidad.

Las cosas, no obstante, no son tan sencillas cuando los líquidos en cuestión no son puros, sino disoluciones acuosas. La concentración salina de los teleosteos marinos, -que son la gran mayoría de los peces de mar-, es tres veces más baja que la del agua de mar. Como es sabido, el agua destilada se congela a 0ºC, mientras que las disoluciones se congelan a temperaturas más bajas. De hecho, la temperatura de congelación de una disolución es dependiente de la concentración de sustancias disueltas; cuanto más alta es esa concentración, más bajo es el punto de fusión, esto es, menor es la temperatura a la que ese líquido se congela. Así, la sangre de los teleosteos se congela a temperaturas de entre -0’6 ºC y -0’8 ºC, mientras que el agua de mar se congela a -1’8 ºC. Ambos líquidos son disoluciones acuosas, pero tienen diferente concentración de solutos.

No debiera haber, pues, peces en aguas cuya temperatura es inferior a -0’8 ºC, puesto que por debajo de esa temperatura sus líquidos corporales deberían estar congelados. Pero, por increible que parezca, sí hay peces a temperaturas inferiores a esa, y los hay porque sus líquidos corporales, contra lo que cabría esperar, no se congelan. La razón de esa aparente paradoja es que los peces que viven en esas aguas tan frías acumulan en su interior otros solutos que tienen efecto anticongelante. Así, los peces que viven en el Océano Antártico acumulan glucoproteínas[1] en su sangre, que es lo mismo que hacen los bacalaos de los mares septentrionales. Pero hay otras sustancias que sirven al mismo propósito. De hecho, las más utilizadas para evitar la congelación son los péptidos[2]. Y hay peces que utilizan moléculas aún más simples, como la glucosa; es el caso de Fundulus heteroclitus, por ejemplo.

Fuera del mar también hay organismos que recurren a solutos anticongelantes. Fundulus heteroclitus no es la única especie que acumula glucosa en su interior; algunos anfibios recurren también a ella. Y otros han optado por el glicerol, otra sustancia relativamente simple también.

Sea cual fuere la molécula utilizada, todas ellas tienen una característica común: se trata de moléculas orgánicas. Y esa característica, su condición orgánica, la comparten con los anticongelantes que utilizamos en los radiadores de los automóviles cuando llega el invierno. Así pues, también en este caso los seres vivos se han adelantado millones de años a algo que los fabricantes de automóviles creyeron inventar hace tan solo unas cuantas décadas.

Fuente:  http://zoologik.naukas.com/2014/08/04/peces-bajo-cero/

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