domingo, 28 de septiembre de 2014

Los espantapájaros vigilan el pueblo de Nagoro

Existe un pueblo en el que hay espantapájaros idénticos a los humanos, aquí y allá, colocados como en mitad de sus quehaceres. En total son mucho más numerosos que los habitantes del pueblo: unos 100 muñecos, frente a 40 personas. Cada muñeco tiene su propia personalidad, y revelan un paisaje apacible. Sin embargo, dado que los muñecos también se hallan esculpidos sobre la realidad de los “pueblos marginales”, producto de una sociedad en declive demográfico, desde otro punto de vista también producen un cierto temor.

350 figuras en once años; en la actualidad unas 100


El pueblo de Nagoro, en la prefectura de Tokushima.

El lugar en el que se encuentra el pueblo de los espantapájaros se llama Nagoro; es una aldea de montaña, a 800 metros sobre el nivel del mar, en el municipio de Miyoshi, en la prefectura de Tokushima. Dado que se halla a una buena altura también es conocido como “la aldea del cielo”. Se halla en la cordillera central, en mitad de Shikoku, a unas tres horas de la ciudad de Tokushima, más allá incluso del pueblo de cabañas en el que vivía oculto el clan Taira, enzarzado en guerra contra su rival Genji (mencionado en el famoso Heike monogatari, “El cuento de Heike”). Unos universitarios alemanes que estudian en Hiroshima visitaron el lugar en la primavera de 2014 y sacaron unas escenas en vídeo para subirlas a Internet; el vídeo ha sido visto más de medio millón de veces desde todas partes del mundo, logrando una gran fama.

La creadora de los espantapájaros, Ayano Tsukimi
Ayano Tsukimi, de 64 años, fue quien empezó a fabricar los espantapájaros hace ya doce años, al regresar a Nagoro, su pueblo natal, desde Osaka. Ahora vive en el pueblo con su padre. Según dice, cuando volvió al pueblo y comenzó a sembrar, no salía nada, por lo que pensó en fabricar algún espantapájaros. En un principio los hacía para que los animales salvajes no se acercaran al sembrado, pero en once años ha fabricado ya más de 350 muñecos.

La fabricación comienza por crear una cara expresiva. Lo siguiente consiste en ir enrollando papel de periódico -más de 80 por espantapájaros- sobre una estructura de madera para hacer el tronco, y luego completar la obra con ropa vieja, blusas, zapatillas, botas y demás.

Tarda unos dos días en crear una de sus obras, y para la ropa y otros complementos utiliza material de reciclaje. Sin embargo, dado que los coloca en las fachadas de las casas o en mitad de los campos sembrados parece que no aguantan más de un par de años. El total de espantapájaros que ha fabricado hasta ahora asciende a 350. En la actualidad hay unos cien muñecos colocados por todo el pueblo.

Los muñecos tienen un “libreto básico” que se puede consultar libremente

Lo que resulta interesante es que existe un “libreto básico de los espantapájaros”, colocado en un lugar de descanso próximo a la casa de Ayano, donde los visitantes pueden ojearlo libremente. En un cartel pone: “Somos un poquito diferentes de los espantapájaros normales. Todos tenemos nombre, personalidad y una historia sobre nuestra vida, y todo eso está registrado en el libreto”.

El primero de los espantapájaros del pueblo fue el alcalde, Tsuzuki Yūjirō, de 68 años. Según el guión, “cuando era niño era el cabecilla de todos los críos. Después de graduarse en una universidad famosa comenzó a trabajar en una gran empresa mercantil. Cuando tenía treinta años se casó con una amiga de la infancia, Kiyo, y regresó al pueblo. Trabaja en la asociación forestal protegiendo los bosques. Es un tipo honesto. Ha sido elegido alcalde por tercera vez”. En el libreto también está registrado que “viste de manera impecable, tanto cuando lleva su traje de trabajo como con su traje de Armani”, y lo cierto es que el muñeco del alcalde lleva un traje azul marino de Armani.
El “libreto básico sobre los espantapájaros” del pueblo.

Ayano, en la actualidad, enseña una vez al mes a amas de casa y jóvenes el proceso de fabricación de muñecos, en la ciudad de Tokushima. En el asiento del copiloto de su querido coche también va sentado un muñeco con forma de joven.

“Gracias a los muñecos he podido conocer a todo tipo de personas. Mientras tenga energía, quiero seguir fabricándolos”, dice Ayano con entusiasmo; sin embargo, en lo que respecta al interés que han despertado los espantapájaros del pueblo, repite: “Solo los hago por afición”, y no da más explicaciones. Pero los habitantes del lugar dan la bienvenida a quienes vienen a ver los espantapájaros.

Según Ayano, los habitantes más jóvenes del pueblo son dos estudiantes de secundaria, y el resto son casi todos ancianos.

Los espantapájaros reflejan la realidad de los “pueblos marginales

Debido al descenso demográfico y al envejecimiento de la población, los núcleos en los que se va haciendo difícil la preservación de la vida comunitaria han pasado a considerarse socialmente “pueblos marginales”. Según una investigación del Ministerio de Asuntos Internos y Comunicaciones, en abril de 2013 existían en todo Japón ya 10.091 pueblos marginales.
 

A principios de julio, cuando visitamos el lugar para hacer el reportaje, se sucedían las lluvias, y pudimos ver a un único habitante. En hora y media pasaron tres camionetas. Los graciosos espantapájaros, empapados por la lluvia, creaban la extraña impresión de estar vivos, y nos daban ganas de taparlos con el paraguas.
No obstante, de habernos encontrado allí en plena noche, en la oscuridad, quizá las figuras de los muñecos nos habrían causado otra impresión. Pese a saber lo que eran, seguro que nos habrían asustado. Quizá sea su forma de mostrar lo tristes que resultan en realidad los pueblos marginales.

La página web del Huffington Post, de Estados Unidos, presentó el pueblo de los espantapájaros como “un pueblo japonés abandonado”. En esta sociedad en rápido envejecimiento y con gran declive de natalidad, no parece estar lejos el día en que un pueblo bendecido con una belleza natural como lo es Nagoro pase a ser simplemente un “pueblo con muñecos”.

 

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