viernes, 20 de marzo de 2015

Medusas al revés y la evolución patas arriba

¿Qué pasaría si algunas especies clave no hubieran sobrevivido? ¿Serían los animales tal y como los conocemos? ¿Estaría el ser humano sobre la Tierra? Imaginemos un escenario evolutivo diferente donde las especies que ahora son comunes no lo fueran tanto. 

Medusas de la especie Cassiopea andromeda.
Medusas de la especie Cassiopea andromeda.

Todos conocemos a las medusas. Son esos organismos de aspecto globoso que acuden en masa a las playas justo los quince días que tienes de vacaciones. Bromas aparte, las medusas son animales populares, aunque su ciclo biológico no lo sea tanto. Las medusas más grandes y comunes, las que algunos autores denominan “medusas verdaderas”, pertenecen a los  llamados escifozoos y su ciclo vital pasa por dos fases: la fase medusa, de vida libre y muy duradera en este conjunto de especies y la fase pólipo, más reducida en los escifozoos, durante la cual estas especies permanecen fijadas al sustrato.

La más conocida por todos es esa fase de movilidad libre llamada medusa que tiene sexos separados y que producen óvulos y espermatozoides, que mediante una fecundación externa forman una larva ciliada llamada plánula. Esta larva se fija al sustrato donde forma una nueva fase sésil llamada escifistoma, que es el pólipo propiamente dicho. Este va liberando una serie de diminutos discos -como platillos volantes en miniatura- llamados éfiras que al crecer forman las medusas adultas, cerrando así el ciclo. Esas medusas nadarán libremente con sus rítmicas pulsaciones alejándose del lugar donde estaba el pólipo que las originó.

Sin embargo, la evolución ha permitido que no todas las especies sigan el mismo camino, como es el caso de Cassiopea andromeda, común en las aguas de Florida. Al contrario que la mayoría de sus parientes, Cassiopea no muestra las típicas costumbres nadadoras, sino que se coloca sobre el sustrato al revés, con los tentáculos hacia arriba, permaneciendo estática la mayor parte del tiempo. De esta manera, su vida se parece más a la de las anémonas que a la de las propias medusas y -de hecho- en sus tentáculos hay abundantes algas fotosintéticas llamadas zooxantelas (presentes en los corales, por ejemplo) con las que viven en una relación simbiótica. Estas algas son las responsables del color de la medusa. Así, al contrario de lo que solemos esperar de una medusa, encontramos a estas Cassiopea en los suelos arenosos patas arriba y con sus adornados tentáculos actuando como filtros. Sin duda, una medusa nada convencional.

Este no es el único ejemplo de escifozoos que llevan vida sésil. Existe todo un orden, el de las llamadas  estauromedusas, en el que todos sus miembros son medusas que tampoco nadan libremente y que viven fijadas a las algas o a otros sustratos.

Imaginemos ahora por un instante que tuviera lugar una catástrofe que borrara de nuestros mares a todas las formas nadadoras de medusas, pero que respetara, por algún motivo, solo a aquellas que no siguen la tendencia nadadora de la mayoría del grupo. ¿Qué sucedería a partir de entonces? Puede que las medusas siguieran evolucionando a partir de estas pocas especies y la tendencia mayoritaria del grupo fuera a permanecer ligada al suelo y no a nadar libremente. Aunque seguramente sea aventurar demasiado porque nunca podremos saber qué especies van a perdurar.

Este ejercicio de imaginación es paralelo al que el famoso paleontólogo y divulgador Stephen Jay Gould proponía en su célebre libro “La vida maravillosa” donde proponía al lector rebobinar la cinta de la vida e imaginar cómo habría sido el mundo de haber tenido lugar algunos cambios. Por ejemplo, Gould imaginaba que Pikaia (al que se consideraba un potencial ancestro de todos los vertebrados), no hubiera sobrevivido y predecía que las especies que habría en la actualidad serían muy diferentes y que con bastante seguridad, ni aves, ni reptiles, ni mamíferos (nosotros incluidos) estaríamos hoy aquí. Sin embargo, aunque la idea fundamental del experimento de Gould es la misma, el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga en su reciente libro “El sello indeleble” puntualiza esta reflexión, ya que hoy sabemos que Pikaia no es nuestro antepasado tras encontrarse verdaderos vertebrados de la misma edad en yacimientos en China.

Por tanto, podemos ver que el azar ha estado muy presente en nuestra historia evolutiva. Quizás este verano frente a esa playa llena de medusas que no te dejan darte un baño, te plantees que un simple cambio podría haber provocado que todas esas medusas fueran sésiles e inofensivas para el hombre. Aunque yo te aconsejo que disfrutes de la biodiversidad en todo su esplendor. Ya lo dijo Darwin al final de su más famosa obra: “…mientras este planeta ha ido girando según la ley constante de la gravitación, a partir de un comienzo tan sencillo se desarrollaron y están evolucionando infinitas formas, cada vez más bellas y maravillosas.”

Fuente; http://principia.io/2015/03/19/medusas-al-reves-y-la-evolucion-patas-arriba/

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