lunes, 22 de junio de 2015

Capturar la luz


  A media que los dioses iban desapareciendo, los griegos dieron forma a un cosmos racional, geométrico, para reemplazar el cosmos espiritual en trance de muerte. En el siglo XVI, la materia se unió a la razón, y el universo se convirtió gradualmente en un mecanismo de relojería. La física y la filosofía del siglo XX pusieron en entredicho esta concepción, hasta el punto de preguntarse si el conocimiento de la materia, de la luz y, por extensión, de toda la naturaleza era posible. La deconstrucción del conocimiento científico ha sido liberadora, pero, una vez libres de la tiranía de este conocimiento, ahora vamos hacia un nihilismo desmoralizador. Si el conocimiento científico es solamente instrumental, ¿ existe algún conocimiento dotado de sentido? En el fondo de su corazón, ningún científico serio cree en el instrumentalismo; ningún profesor se entusiasma al presentar a sus alumnos un procedimiento de cálculo carente de sentido ¿A qué conduce, pues la física?.
    Cuando nos enfrentamos al negro vacío del instrumentalismo puro, las tentaciones de la idolatría reaccionaria nos acechan. Habiendo perdido a los dioses, nos enamoramos de los hermosos ídolos que podemos levantar en su lugar. Los átomos,los quarks, los diminutos agujeros negros... son reificados, engalanados y arrastrados al templo. Al llamarlos reales, le insuflamos la falsa vida del miedo, nuestro miedo a la esencia desconocida de la naturaleza. Nos sentimos atrapados entre la sofisticada vacuidad de la deconstrucción y las chabacanas creaciones de nuestras propia manos. ¿A qué nos podemos aferrar? La respuesta de Goethe habría sido la que dio a Hegel y a los lectores de su Teoría de los colores: aferraos a los fenómenos. Se puede confiar en ellos. Vistos correctamente, ellos se convertirán en la teoría.
   Para ver, debemos representarnos objetos, debemos aplicarles conceptos que se adapten a su naturaleza. En caso contrario, no podremos ver. Somos como S.B., que cuando la cirugía le devolvió la vista seguía sin poder ver casi nada. Disponía de la materia prima para ver, pero no veía. Los experimentos de óptica cuántica nos han proporcionado la materia prima de la luz pero todavía carecemos del concepto apropiado para su naturaleza. En cuanto lo poseamos, la paradoja de la onda-partícula desaparecerá, pese a que la "onda-prtícula-idad" permanezca. Cuando se aplique esa inteligencia a los fenómenos cuánticos arquetípicos, veremos con compresión, y no con confusión como ahora. En palabras de Emerson, los habremos "nombrado", y una vez nombrado, un fenómeno se convierte en una teoría. En cuanto hayamos visto claramente la "onda-partícula-idad" en un lugar, la reconoceremos en muchos otros. Como sucede con la ternura descubierta en la infancia, siempre la reconoceremos allí donde volvamos a encontrarla.


Capturar la luz
Arthur Zajonc

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