viernes, 12 de junio de 2015

La batalla diaria de ser mujer en Irán

El presidente Hasan Rohaní no está cumpliendo sus promesas electorales sobre igualdad de género. La subordinación del poder político por parte de la jerarquía religiosa impide que se puedan aprobar leyes igualitarias.
Más de 41.000 niñas de entre diez y catorce años contrajeron matrimonio en Irán entre 2013 y 2014, según Justice for Iran.
Según Naciones Unidas, el salario de un hombre en Irán es casi cinco veces superior al de una mujer.
 
 Durante el vuelo Estambul-Teherán varias mujeres forman una fila frente a la puerta del aseo. Están esperando su turno para prepararse. Otras, en cambio, lo hacen desde sus asientos. Poco a poco, las camisetas, pantalones ajustados o minifaldas son sustituidos por prendas con mangas hasta las muñecas y ropa más holgada. Están cubriendo sus cuerpos, añadiendo más prendas de ropa. Cuando la azafata anuncia por la megafonía del avión que se empieza a preparar el aterrizaje en Teherán, como si de un luto repentino se tratase, los colores vivos en las vestimentas son sustituidos por el negro. El color negro del chador cubriendo los cuerpos de las mujeres y el color negro de los pañuelos cubriendo las melenas. “Les recordamos que desde este momento estamos en la República Islámica de Irán y debemos ceñirnos a su legislación”, anuncia la azafata mientras sus compañeras también se cubren el pelo.
 
Mujeres en la Plaza Imán Jomeini de Teherán (Jaime Gárate)
Hasan Rohaní ganó las elecciones presidenciales en Irán en el año 2013 con algo más del 50% de los votos. Millones de iraníes sedientos de cambio, cansados de las políticas y los abusos contra la sociedad civil del ultraconservador Mahmud Ahmadineyad, depositaron su confianza en este clérigo moderado. Cientos de miles de mujeres vieron en su figura la persona que podría cambiar el estatus social al que se ven relegadas, obligadas a ver rebajado su rol en la sociedad por debajo del masculino.

Frases pronunciadas durante su campaña electoral, o ya siendo presidente de facto, como “las mujeres deben tener las mismas oportunidades, protecciones y derechos sociales que los hombres” , “no aceptaremos la cultura de la discriminación sexual” o “Irán todavía tiene un largo camino que recorrer” en cuanto a materia de discriminación de género, hicieron pensar que el cambio y el progreso podrían ser posibles. Sin embargo, Rod Sanjabi, director ejecutivo de la organización Iran Human Rights Documentation Center, lo tiene claro: “Él siempre supo que no tendría el poder para cambiar esta situación”.

Un país dirigido por clérigos
El complejo sistema político de la República Islámica de Irán otorga más poder a dos figuras (no electivas) por encima de la del presidente (electivo y que por ley tiene que ser hombre): el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, quien tiene la última palabra sobre cuestiones importantes pudiendo incluso impugnar las decisiones del presidente, y el Consejo de los Guardianes de la Revolución, cuya función legislativa ratifica, o no, todas las leyes emanadas del Parlamento.

De este modo, la jerarquía religiosa ha subordinando al poder político y hace muy difícil que se puedan aprobar leyes en el Parlamento que acaben con la discriminación hacia la mujer en base a la interpretación del Corán y la Sharía(ley islámica) que las autoridades religiosas del país hacen.

El sentir de las mujeres que se respira en las grandes ciudades de Irán es de rechazo. “Yo como mujer no puedo aceptar las leyes de esta República Islámica, o como quieran llamarla, porque en realidad es una dictadura que discrimina a las mujeres. Hacen lo que quieren con nosotras”, se queja Farnoosh, profesora de Inglés, mientras pasea por el norte de Teherán, donde a pesar de la calurosa primavera, todavía se observan los picos nevados de las montañas Alborz.

Varias instituciones y organismos internacionales vigilan detalladamente la evolución de la situación social de Irán. Ahmed Shaheed es el relator especial de las Naciones Unidas sobre los derechos humanos en Irán. Realiza dos informes al año con la colaboración de la Human Rights in Iran Unit (HRIU). Su último informe, publicado en marzo, contiene 53 recomendaciones sobre cuestiones a mejorar respecto a los derechos de la mujer. Menos de la mitad han sido seguidas por Teherán.

Tara Sepheri es una de las encargadas de los asuntos relacionadas con los derechos de las mujeres de la HRIU. Cuenta que se están intentando llevar a cabo varias iniciativas desde la administración Rohaní en favor de las mujeres iraníes. Como la enunciada por la directora del Centro de la Mujer y Participación Familiar Shahindokht Molaverdi, que trata de implantar un plan para mejorar la participación de las mujeres iraníes en el mercado laboral y establecer más protecciones contra la violencia de género. Sin embargo, Sepheri indica que “no se observan acciones relativas sobre esta iniciativa hasta la fecha”.

El hiyab como símbolo de la Revolución
Dos jóvenes pasean por las ruinas de Persépolis (Jaime Gárate)
“Tener que cubrirme el pelo al salir a la calle no es el mayor de mis problemas como mujer en Irán. Pero puede que sea el que más odie porque simboliza nuestra discriminación”, cuenta Fatemeh, ingeniera mecánica, mientras pasea por el colorido y animado bazar de Isfahan. Si bien el uso del hiyab (en Irán es la prenda que utilizan las mujeres para cubrir su cuerpo parcial o totalmente ya sea pañuelo, chador, niqab o burka) es obligatorio para la vida pública en la vestimenta de la mujer desde la Revolución Islámica de 1979, el Corán en ningún momento menciona que las mujeres deban cubrirse el cabello. Sí menciona, sin embargo, que tanto hombres como mujeres deben vestir decentemente. En Irán se puede elegir desde un pañuelo para cubrir, en teoría, la totalidad de su cabello hasta el chador. Este es una pieza de tela abierta por delante que se coloca sobre la cabeza, cubriendo todo el cuerpo salvo la cara. “Para mí no es un problema cubrirme. Sé que así Dios me querrá más”, comenta otra joven en la ciudad de Qom, centro del poder religioso del país. Para Fatemeh sí es un problema. “Actividades como conducir, correr, ir a la playa (exclusiva para mujeres) o simplemente salir a la calle en verano pueden llegar a ser muy molestas”. Y añade respecto al hiyab: “Yo elijo el pañuelo y a poder ser, de colores. Hubo una época en la que me vi obligada a llevar el chador negro y me hacía sentir deprimida. Soy una mujer, no tengo por qué ocultarme y me gusta sentirme atractiva. Aún así no puedo llevar la ropa que quiero”.

Esto ha dado lugar a que miles de mujeres en Irán lleven sus hiyabs rozando el límite de la legalidad, combinándolo con capas y capas de maquillaje, cejas perfiladas y exageradísimas rinoplastias, tratando de mostrar la mayor cantidad de cabello posible pero sin recibir por ello una advertencia por parte la policía moral. En 1997 se suprimió la sanción por el uso incorrecto del hiyab de 74 latigazos a cambio de una advertencia y el traslado a comisaría para la identificación de la infractora (aunque la ley prevée penas de dos a diez meses de cárcel). Durante 2014, según estadísticas oficiales, se amonestó a 2.917.000 mujeres, de las cuales 205.052 fueron obligadas a firmar un escrito comprometiéndose a no violar la ley sobre la vestimenta en el futuro. Fatemeh cambia el tono de su voz para explicar que “el problema es que a la tercera advertencia te abren un expediente criminal, aunque quizá puedas sobornar al policía”. En este contexto de represión, surgen interesantes iniciativas en contra del hiyab, de la obligación de su uso. Una de ellas es el movimiento online My Stealthy Freedom, que desde su página de Facebook invita a las iraníes a que suban fotografías de sí mismas desafiando la ley, mostrándose sin hiyaben lugares públicos de Irán.....Continuar leyendo: http://periodismohumano.com/mujer/la-batalla-diaria-de-ser-mujer-en-iran.html

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