lunes, 31 de agosto de 2015

Los sueños de Kekulé

   
Sin duda, el carbono es un elemento peculiar, capaz de formar una sustancia dura y cara, como el diamante, o blanda y barata, como el grafito de los lápices. Uno que puede generar la infinidad de formas que conocemos como "compuestos orgánicos" y al mismo tiempo formar parte de sustancias mucho más sencillas, como el dióxido de carbono. ¿Hay algo más que pueda hacer?.
     La misma pregunta debió hacerse un gran químico que fue al mismo tiempo un gran soñador. Allá por 1860, el alemán  August Kekulé (1829-1896) ya se había hecho famoso por haber "soñado" la forma en la que los átomos de carbono se enlazan con los de hidrógeno dentro de las moléculas orgánicas. Y cuando decimos soñado, lo decimos de forma literal. Durante su estancia en Londres, y después de una discusión acerca de estos misterios con un colega, Kekulé se quedó dormido en el carruaje de caballos que lo llevaba a la pensión en la que residía. Entonces, y según sus propias palabras, "los átomos retozaron delante de mis ojos" y, cuando despertó, fue capaz de desarrollar rápidamente una teoría para la estructura de las moléculas. Pero más fascinante aún fue lo que le sucedió años después. Hacia 1865, los químicos estaban desconcertados con la molécula de benceno, un compuesto orgánico integrado por 6 átomos de carbono y otros 6 de hidrógeno, que no había forma de encajar dentro de ninguna de las estructuras entonces conocidas. En esta ocasión, el químico alemán se quedó dormido en el sillón, delante de la chimenea. De pronto:


                     "... largas hileras, a veces muy bien encajadas, se empare-
                     jaban y retorcían en un movimiento parecido a una serpiente.
                    Pero ¡mira! ¿Qué era eso? Una de las serpientes había unido
                   a su propia cola y la forma giraba con sorna ante mis ojos.  
                   Como invadido por un destello de iluminación me desperté..."

    Kekulé se despertó y describió el benceno como una molécula cíclica, en forma de hexágono, con los átomos de hidrógeno unidos a los vértices. Fue posiblemente la intuición más trascendental de toda la historia de la química, pues dio lugar a una de sus ramas más fructíferas, la de los anillos de átomos de carbono. Con el tiempo, la célebre visión del alemán se le dio una interpretación freudiana, con connotaciones sexuales, pues vivía entonces en un piso de soltero alejado de su mujer, a la que veía con poca frecuencia. Estuviese inspirado por ella (en forma de serpiente) o no, lo cierto es que los sueños de Kelulé han quedado inmortalizados para siempre.


Modelo que representa la molécula hexagonal del benceno.


Alejandro Navarro Yáñez


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