miércoles, 9 de septiembre de 2015

Europa está paralizada por el miedo


Miles de vidas siguen perdiéndose en nuestro continente. En la mayoría de los casos, esas pérdidas se producen lejos de las cámaras. Sin embargo, cada una de ellas es una tragedia individual y una pérdida insoportable. El único deseo de todas aquellas personas que ponen su vida en riesgo es huir de la guerra y la persecución. Por culpa de nuestros fallos y nuestros miedos siguen muriéndose en nuestro continente, adonde pretenden llegar en búsqueda de refugio. ¿Cómo hemos llegado a esto?
Está claro que la UE y sus Estados miembros han reaccionado extremadamente tarde. El pasado 6 de agosto envié al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, una carta en la que le pedía que convocara una cumbre de emergencia de los líderes de la UE. No he recibido aún respuesta, por lo que su actitud puede parecer inadecuada. No obstante, no debemos caer en un malentendido. La falta de respuesta no se debe a las instituciones de la UE, que sí han intentado proponer un enfoque más amplio para, por ejemplo, distribuir a los refugiados a través de la Unión Europea de una manera más justa.

El escepticismo hacia poner en marcha lo que es necesario ha llegado de los propios Gobiernos de la UE -de algunos en particular- que no quieren ni siquiera considerar un genuino enfoque europeo por el riesgo que les supondría esa imagen de debilidad en casa. Mientras miles de ciudadanos europeos se organizan para proveer ayuda dando una verdadera lección de solidaridad a toda la clase política, la falta de decisiones tan solo empeora esta crisis. ¿Por qué? Porque la política interior domina y esto ha mermado nuestra capacidad de cumplir nuestras obligaciones internacionales para proteger a quienes lo necesitan.

A pesar de la creciente presión, David Cameron no está de acuerdo en ser parte de una respuesta de la UE, pues UKIP lo desaprobaría. El líder húngaro, Viktor Orban, tampoco lo desea, porque está intentando hacer frente a un partido, Jobbik, que está aún más a la derecha que el suyo. Mariano Rajoy se resiste a un sistema de distribución obligatorio porque las elecciones generales de España están a la vuelta de la esquina y todos sabemos que emprender determinadas decisiones políticas puede suponer una importante pérdida de votos. Anteponer la política doméstica al interés colectivo nos ha llevado a la parálisis.


La única esperanza es que los clamores de los ciudadanos modifiquen los cálculos de estos líderes políticos. Tras las chocantes imágenes de Turquía la semana pasada, el enfoque nacionalista seguido por muchos líderes europeos es totalmente inapropiado. Aunque la opinión de los ciudadanos y de los medios está cambiando, a mí todavía me cuesta creer que nuestros líderes hayan comprendido por fin que, si queremos manejar esta crisis, necesitamos un enfoque europeo y completamente nuevo.

Primero, hemos de hacer más para hacer frente a la raíz del problema. Seamos claros: no son la libre circulación o Schengen los que lo han causado. Relacionar la crisis de los refugiados con el derecho a la libertad de movimiento del que gozan los europeos en la zona Schengen es un error. La guerra, la persecución y la brutalidad de Assad y Daesh están provocando esta crisis. Tenemos que trabajar de manera colectiva para encontrar una solución a largo plazo en esta región.

En segundo lugar, los líderes de la UE tienen que enfrentarse a la realidad: no hay un modelo migratorio y de asilo a nivel europeo. Necesitamos ya una reforma. El disfuncional reglamento de Dublín tiene que ser sustituido por medidas que funcionen y que se inscriban dentro de un sistema de asilo de la UE. También necesitamos un sistema permanente de reasentamiento de solicitantes de asilo más equilibrado entre todos los Estados miembros. Hay señales que indican que la Comisión Europea presentará esta semana un sistema de cuotas para 160.000 refugiados. Personalmente, no creo que esto deba limitarse a un número fijo. Debería ser un sistema permanente para poder tramitar las solicitudes de cuanta gente necesite protección.

Precisamos, asimismo, que la agencia Frontex se refuerce para desempeñar su rol en las fronteras de la UE de manera eficiente y pueda salvar vidas en el mar. Sus misiones no pueden seguir trabajando a través de contribuciones voluntarias. Los Estados miembros han de tener la obligación de contribuir.
Además, hay que aumentar la ayuda humanitaria a Egipto, Líbano, Turquía para auxiliar a los campos de refugiados. Asimismo, en las zonas de conflicto se deberían crear zonas seguras y dar la posibilidad a los refugiados de solicitar visados humanitarios en estos lugares. La apertura de rutas seguras y legales a la UE es también urgente.

Encontrar un acuerdo político para poner en marcha estas medidas seguirá siendo complicado, incluso para alcanzar un enfoque básico. Líderes como David Cameron, Viktor Orban, Mariano Rajoy serán obligados a acoger a más refugiados. Sin embargo, no firmarán un acuerdo por un sistema europeo más justo. Esto requeriría hacer frente a sus enemigos internos. Salvo que las políticas de la esperanza y la compasión se impongan a la política del miedo, Europa seguirá caminado hacia una tormenta de efectos aún peores.


La propia construcción de nuestra unión está en peligro. Ante la ausencia de un liderazgo fuerte, es hora de reflexionar sobre nuestro turbulento pasado y aprender lecciones de la historia. No hace tantos años que millones de ciudadanos europeos fueron obligados a huir de la guerra y la persecución política. Españoles, húngaros, checos, italianos abandonaron sus hogares para poder salvar sus vidas. Y fueron recibidos con los brazos abiertos en otros países del continente.
Sabemos lo que hay que hacer. Por el bien de la humanidad y de la Unión que hemos creado juntos tenemos que unirnos para proteger ahora a quienes que más lo necesitan.


Más información: http://www.huffingtonpost.es/guy-verhofstadt/europa-esta-paralizada-po_b_8102212.html?ncid=tweetlnkeshpmg00000001

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