viernes, 2 de octubre de 2015

Por qué la historia nos pone enfermos


Haber alcanzado el grado de humanidad tiene un coste. Pagamos un precio por la excepcional combinación de cosas que somos capaces de hacer: hablar, pensar, agarrar objetos con la mano y caminar sobre dos piernas. Es el resultado inevitable del árbol de la vida que llevamos dentro.
    Imagínese lo que costaría trucar un Wolkswagen Escarabajo para que se desplazara a una velocidad de 250 kilómetros por hora. En 1933, Adolf Hitler encargó al señor Ferdinand Porsche que construyera un coche barato capaz de recorrer 70 kilómetros con 5 litros de gasolina y representara una forma de transporte fiable para una familia alemana media. El resultado fue el Escarabajo de Volkswagen. Esta historia, el plan de Hitler, plantea restricciones sobre la forma en que hoy día podríamos modificar el Escarabajo; sólo podemos hacer modificaciones en su ingeniería hasta que se nos plantean problemas importantes que suponen poner el coche al límite.
    En muchos aspectos, nosotros, los seres humanos, somos el equivalente piscícola de un Escarabajo trucado. Tomemos el diseño corporal de un pez, aderecémoslo para que se convierta en un mamífero y, a continuación, modifiquemos y retorzamos a ese mamífero hasta que sea capaz de caminar sobre dos piernas, hablar, pensar y tener un control finísimo de sus dedos... entonces tendremos la receta completa para un montón de problemas. Sólo podemos remodelar tanto un pez hasta este extremo si aceptamos que hay que pagar un precio. En un mundo diseñado a la perfección, un mundo que no tuviera historia, no tendríamos que padecer todo tipo de cosas, desde hemorroides hasta cáncer.
    En ningún otro lugar se aprecia esta historia con mayor claridad como en los rodeos, giros y vueltas de las arterias, nervios y venas. Observe la trayectoria de algunos nervios y descubrirá que describen bucles extraños en torno a ciertos órganos, o que parecen tomar una dirección y, de repente, se retuercen y desembocan en un lugar inesperado. Los desvíos son unos productos fascinantes de nuestro pasado que, suelen crearnos problemas: por ejemplo, hipo o hernias.  Y ésta no es más que una de las formas en que nuestro pasado regresa para hostigarnos.
En distintos momentos del tiempo, nuestra historia más remota se desarrolló en océanos, pequeñas corrientes de agua y sabanas de la antigüedad, no en edificios de oficinas, laderas de esquí o pistas de tenis. No fuimos diseñados para superar los ochenta años de edad, descansar nuestro peso sobre el trasero durante diez horas diarias, ni comer bollería industrial muy rica en calorías, ni tampoco para jugar al fútbol americano. Esta desconexión entre nuestro pasado y nuestro presente humano supone que nuestro cuerpo fracase de ciertas formas enteramente previsibles.
    Prácticamente todas las enfermedades que padecemos tienen algún componente histórico, reflejan cómo las diferentes ramas del árbol de la vida que llevamos dentro regresan para fastidiarnos. Somos producto de una historia muy intrincada.


Neil Shubin

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