lunes, 16 de noviembre de 2015

Cómo poner fin a la barbarie

1. Los bárbaros atentados perpetrados por la organización del Estado Islámico en el corazón de París no me han sorprendido demasiado. Después de la reciente matanza de los manifestantes kurdos en Ankara, la explosión en pleno vuelo que destrozó el avión ruso en el desierto de Sinaí y el ataque sangriento a la mezquita chií de Beirut considerada un centro de reclutamiento del Hezbolá, las amenazas contra Occidente y en especial contra Francia se habían multiplicado. Lo que sí me ha sorprendido es la planificación y ejecución de los atentados que ya no son los de los “lobos solitarios” que atentaron contra la redacción de Charlie Hebdo y un supermercado judío el pasado mes de enero, sino los de una organización terrorista de tipo militar, un verdadero salto cualitativo en la estrategia bélica del llamado Califato Islámico.

 2. La predecible reacción militar de Francia y sus aliados contra el EI forma parte de los planes de este y va a alimentar su propaganda contra los cruzados y aureolar de gloria a sus presuntos mártires. Fuera de una intervención por tierra que ningún país de Occidente está dispuesto por ahora a emprender, los bombardeos aéreos tanto en Irak como en Siria no han conseguido hasta hoy una derrota significativa de los yihadistas. En los dos últimos años la situación en Siria se ha complicado hasta convertirse en un verdadero laberinto: Chiíes contra suníes, sí, pero al mismo tiempo estrategias contrapuestas de Arabia Saudí y de Irán, papel ambiguo de Turquía, alianzas contra natura. Ankara, alineada con Occidente, combate a los kurdos sirios aliados de Estados Unidos. Rusia, defensora del dictador de Damasco, ataca a sus enemigos armados por Occidente. El conflicto que incendia Irak y Siria abarca ya la península Arábiga. Ryad, mientras destroza el patrimonio histórico de Yemen para combatir a los hutíes, favorece de hecho a la organización de la filial regional de Al Qaeda.

 3. Lo ocurrido en los dos últimos años muestra las contradicciones de la política exterior norteamericana. Obligado a gestionar la situación desastrosa de Irak heredada de la presidencia de Bush, Obama no supo actuar con contundencia contra la sangrienta represión de El Asad en el momento en que aquello era posible y prefirió llegar a un acuerdo con Rusia para la eliminación de las armas químicas, desdiciéndose así de las presuntas líneas rojas con las que había amenazado al dictador sirio. Los hechos han demostrado una cosa: Putin sabe lo que quiere, Obama solo sabe lo que no quiere y se ve arrastrado por ello a tomar decisiones que no responden a una estrategia global.

4. Muchos elementos de cuanto ocurre ahora en Siria e Irak permanecen envueltos en la sombra. ¿Quién financia el Estado Islámico? ¿A dónde exporta su petróleo y a través de qué intermediarios lo hace? Resulta difícil creer que los servicios de inteligencia occidentales no estén al corriente de ello. ¿Existe una financiación secreta de los mismos saudíes que alimentaron la creación de Al Qaeda? El doble juego de algunos países de Oriente Próximo explica la confusión de quienes siguen con atención la multiplicidad de conflictos y su aterrador cortejo de víctimas.

5. La política del Estado Islámico de magnificar sus “hazañas” ha producido como consecuencia un efecto de llamada entre jóvenes que padecen una crisis identitaria y creen hallar una solución a sus males en la magnificación del horror. Las imágenes brutales de los atentados en París corren el riesgo de alimentar las vocaciones suicidas tanto en el interior del mundo islámico como en el occidente europeo. Las decapitaciones de supuestos infieles y apóstatas, la destrucción del patrimonio cultural de Irak y Siria, la barbarie sin límite que someten a las poblaciones controladas por el EI, si provocan con su monstruosidad un rechazo global y alimentan la islamofobia, conquistan adeptos entre una minoría ínfima de la población musulmana —primera víctima del terror yihadista— pero lo suficientes en número para acrecentar las filas de sus verdugos. Nos hallamos frente a una guerra global caracterizada por su asimetría. De un lado los países democráticos de Occidente y sus aliados árabes, y del otro una organización terrorista sin verdaderos ejércitos pero capaz de mantener en jaque al resto del mundo. El horror recientemente vivido en París es pan de todos los días en un país como Siria con sus millones de desplazados en los países vecinos y centenares de miles que llegan a Europa en busca de paz y libertad. Todos debemos estrechar los lazos con Francia en los momentos difíciles que nos ha tocado vivir.

Juan Goytisolo es escritor.


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