domingo, 8 de noviembre de 2015

¡Esa planta me está mirando!


Cuscuta parasitando a Ullex sp
Parece como si las plantas parásitas dejaran su futuro en manos de la buena suerte y se vieran poco menos que arrastradas por el devenir de los acontecimientos. Sin embargo existe todo un género de plantas parásitas que limitando la participación de terceros se han asegurado el éxito y alcanzado el título de los mayores gorrones vegetales que habitan en los campos de medio mundo. Estas plantas, que aun sin percatarnos de ello seguro que hemos observado durante algún paseito por el campo, pertenecen al género Cuscuta.
    El éxito de estos parásitos se hace patente en su abundancia y en los cientos de miles de semillas que podemos encontrar enterradas en el suelo, siendo arrastradas por el agua, transportadas en los aperos de jardín... La estructura que recubre a las semillas de este parásito vegetal es tremendamente resistente, tanto que estas son viables incluso transcurridos más de vente años desde el momento en que cayeron al suelo. Sin embargo cuando esta cubierta que permite a la semilla permanecer durante largos periodos aletargada esperando un hospedador al que parasitar se daña o se reblandece, a la semilla no le queda más remedio que germinar. Y eso puede ser un grave problema para una planta que debe obtener todos sus recursos de otro organismo que se encuentre a mano. Las pequeñas plantitas de Cuscuta pueden vivir unos diez días de forma independiente, pero al carecer de hojas y ser incapaces de realizar la fotosíntesis, rápidamente deben localizar otra planta que las mantenga con vida. Si la semilla germina en un entorno donde no hay un organismo vegetal al que parasitar, al cabo de pocos días a plantita morirá.
    La estrategia desarrollada por Cuscuta para minimizar este problema es la mar de sencilla: simplemente parasita casi a cualquier vegetal que se encuentre a su alrededor. Desde plantas de tomate, pimiento o patata, pasando por árboles frutales o cultivo de alfalfa.
    Pongámonos en la situación de que la cubierta externa de una semilla de Cuscuta, como consecuencia de la humedad y de la acción de los microorganismos presentes en el suelo, al deteriorarse ha inducido irreversiblemente la germinación de la planta. Inicialmente la pequeña plantita desarrollará una minúscula raíz que la fije al suelo, un fino y delicado tallo, y un único objetivo vital: encontrar un organismo al que parasitar. Pero hay un pequeño inconveniente, ¿cómo la plántula es capaz de localizar a su hospedador?
    La mayoría de las plantas parásitas poseen semillas que solo germinarán ante una señal inequívoca de la presencia de un posible hospedador. Así, por ejemplo, la huella que dejan en el suelo ciertas sustancias liberadas a través de las raíces serán la señal que permitirá a las pequeñas plantas parásitas aparecer justo al lado del vegetal que les va a suministrar el sustento. Pero por el contrario, las semillas del género Cuscuta germinan únicamente cuando su envoltura se degrada, ajenas completamente a las señales de posibles hospedadores, y por tanto lo hacen en cualquier momento y en cualquier lugar.
    Al igual que otras plantas se inclinan dirigiéndose hacia la luz, las plántulas de Cuscuta presentan en sus tejido una proteína especializada en detectar los niveles de luz, pero obviamente no tienen como objetivo captar la luminosidad procedente del Sol, pues ellas no realizan la fotosíntesis. Los pigmentos de estas plantas parásitas les permiten detectar la radiación emitida por la clorofila que contienen las células de otros vegetales. De esta forma no solo pueden localizarlos sino que además son capaces de discriminar entre varias plantas y seleccionar como hospedadora aquella con un mayor nivel de clorofila con el que realizar la fotosíntesis, y por tanto con mayores posibilidades de cubrir todas las demandas nutricionales y energéticas del parásito.
   Una vez que la pequeña planta ha localizado a su presa, se dirige lentamente hacia ella orientada por la radiación que emiten las partes verdes, y al alcanzarla enrolla su fino tallo abrazándola con fuerza. Posteriormente la planta parásita comienza a desarrollar unos pequeños tubos chupadores que inserta en los tejidos conductores del hospedador. Poco a poco la unión de la planta parásita con el suelo comienza a pudrirse y termina por desaparecer. Lentamente nuestra amiga irá creciendo enrollada al tallo de su hospedador, y si localiza otra planta a la que parasitar estirará su tallo y también lo envolverá con su mortal abrazo.
    Este comportamiento tan agresivo limita el desarrollo del hospedador y en ocasiones termina con su vida. Por este motivo algunas especies de Cuscuta que disminuyen el rendimiento de los cultivos se consideran plagas muy dañinas que deben ser eliminadas a toda costa. Actualmente, sin embargo, hemos empezado a encontrar importante aplicaciones a las sustancias que sintetiza este parásito. Recientes estudios han encontrado la utilidad de algunos de estos compuestos como fármacos con los que tratar ciertos tipos cáncer, e incluso hay buenas noticias para los hijos de papis calvos, ya que el extracto de una especie de Cuscuta ha demostrado, aunque todavía en fase de experimentación animal, ser muy útil para el crecimiento de pelo en la alopecia androgénica.




El encantador de saltamontes
David G. Jara

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