domingo, 24 de enero de 2016

"El valor del ser humano está en cuestión"

"La guerra en Siria sólo ha seguido empeorando, y ya parecía difícil que pudiera empeorar"
" El mundo no sólo no está preparado para afrontar epidemias de ébola, además no tiene ningún interés en estarlo"
"La respuesta europea a la recolocación de refugiados es un fracaso y una estafa por puro desinterés"

José Antonio Bastos, presidente de Médicos Sin Fronteras. ANNA SURINYACH
 Pocas organizaciones han estado tan presentes en los cambios traumáticos que ha sufrido este mundo que Médicos Sin Fronteras. La organización médico sanitaria ha sido protagonista del gran éxodo hacia Europa, de la epidemia de ébola, de los conflictos de Siria, Irak o Afganistán y de otros que se producen en las esquinas oscuras del planeta, lejos de los grandes titulares. Su presidente, José Antonio Bastos, se muestra "alarmado" por la deriva de un mundo cada vez más violento.
¿Por qué es tan pesimista?
El año 2015 ha sido preocupante, con unas cuantas novedades negativas. La guerra en Siria sólo ha seguido empeorando, y ya parecía difícil que pudiera empeorar. La epidemia de ébola ha continuado durante todo 2015, pero los estados sólo se preocuparon de blindarse contra la enfermedad. El mundo no sólo no está preparado para afrontar epidemias de ébola, además no tiene ningún interés en estarlo. Otra de las sorpresas del año ha sido la magnitud de la crisis de refugiados. Es un síntoma de lo mal que funciona el mundo. Y están los bombardeos de hospitales en zonas de guerra por parte de ejércitos regulares, como en Kunduz (Afganistán) y Yemen.
 
¿Qué espera de este 2016?
Por desgracia no tenemos esperanza de que vayan a mejorar estas cuestiones. La respuesta europea a la recolocación de refugiados es un fracaso y una estafa por puro desinterés. Si 2015 fue el año de las promesas, 2016 será el año de la dura realidad. Lo llamamos falta de voluntad política. Estamos viendo la hipocresía de las élites mundiales que se llenan la boca con la palabra solidaridad y luego no hacen nada.
 
¿Qué es lo que ha cambiado?
Se trata de un atentado, una erosión a lo que es el humanismo básico que viene de la Revolución Francesa y la Declaración de Derechos Humanos: que cada persona merece respeto y tiene derecho a la vida, donde la solidaridad es un principio básico de la sociedad. La gente más afortunada paga más impuestos para que los menos afortunados tengan una red de protección. Pero ahora el valor fundamental del ser humano está en cuestión. Hay un desinterés en los más débiles. Estas leyes, protocolos, cartas de principios, lo mejor de nosotros... Cada vez son documentos más vacíos. 
 
Cuándo comenzó esta tendencia negativa?
En 2013 Estado Islámico era un grupo pequeño y mira en lo que se ha convertido. En 2010 varios países occidentales se planteaban la salida de los conflictos de Irak y Afganistán y había menos guerras en África... Pero de repente llegó la Primavera Árabe y todo se incendió. Lo que ha pasado desde 2011 hasta ahora ha sido cada año peor. Y no sólo por culpa de los grupos radicales, sino porque nuestra respuesta ha sido también muy negativa, mezclando brutalidad y desinterés.
 
¿Puede poner algún ejemplo de ese empeoramiento?
Existen índices para medir el beneficio de venta de un medicamento y su incidencia en la población. Pero esos índices se han superado. Lo que orienta a la industria farmacéutica es hoy el negocio, no conseguir fármacos que ayuden al mayor número de personas. Con las grandes crisis, la falta de interés es letal. Con los refugiados, la UE lo ha hecho entre mal y extremadamente mal. Y no era tan complicado. Intentar acabar con la guerra en Siria es difícil, pero gestionar unos cientos de miles de personas que llegan a Europa, con su potencial financiero y de coordinación, para colocar tiendas, letrinas, dar comida, servicio médico... La respuesta, de tan negativa, ha agravado el problema. Otro ejemplo es el ébola. Los estados invierten en seguridad contra el bioterrorismo y ofrecen respuestas militares, pero no hay una preocupación humana por epidemias que pueden matar a miles de personas en países sin recursos. Este brote de África Occidental es un síntoma grave.
 
¿Cree que los ataques a los hospitales puede volverse algo habitual?
Siempre tuvimos hospitales atacados por grupos descontrolados, pero esto es diferente. Ahora son los estados los que atacan. El problema es el argumento que nos llega de vuelta: "En situaciones de guerra es normal que se bombardeen hospitales". O ese otro de: "Si tratáis a los talibán, os sucederá eso". Los médicos no elegimos a quién tratamos. Por obligación moral tenemos que atender a todos. Existe un clima de impunidad. Es tentador para mandos militares que nadie sea responsable de esos ataques. En un contexto en el que todo a tu alrededor es muerte y violencia, un hospital es el último espacio de humanidad, un lugar donde todavía queda gente que cuida de otra gente.
Después de cerrar operaciones como la de rescate en el Mediterráneo central, ¿qué novedades preparan para este 2016?
Estamos haciendo operaciones en Siria gracias a médicos locales asesorados en conexiones por Skype, porque nuestro personal no puede entrar por seguridad. Nos vamos a centrar aún más en comunidades de refugiados que se mantienen aisladas, o a las que sólo tienes acceso una vez: cómo aprovechar una oportunidad para poder tratarlos con paquetes nutricionales o médicos. También tendremos programas para paliar las consecuencias de la violencia en zonas de centroamérica, donde las cifras alcanzan las de un conflicto armado, con necesidades como la cirugía de guerra. Cuando la narcoguerra llega a una zona y los médicos huyen, hace falta levantar un sistema de salud para atender esas zonas afectadas por la violencia criminal.
 
 
Fuente:  http://www.elmundo.es/internacional/2016/01/24/56a3748c268e3e71138b457e.html

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