domingo, 10 de enero de 2016

Viaje a España


   En el plano general de las investigaciones sobre la agricultura mundial y las plantas cultivadas, España tenía un interés extraordinario para nosotros como uno de los principales países mediterráneos donde la agricultura existe desde hace miles de años.
   Después de la expedición al este y norte de África y a los países del Mediterráneo oriental, en junio de 1927 nos dirigimos a Barcelona desde Génova. Era el periodo de la dictadura de Primo de Rivera. Nada más llegar a España podía sentirse la atmósfera tensa por la dictadura del general: se comprobaba la documentación en los trenes, los pasaportes debían mostrarse no solo en la frontera, sino también al viajar por el país. El pasaporte rojo soviético con la hoz y el martillo actuaba como un resorte en los señores de paisano que comprobaban la documentación. Su incomodidad aumentaba a medida que nos adentrábamos en España.
   Por parte de los círculos científicos tuvimos un recibimiento realmente cordial, especialmente del director del Museo de Historia Natural, el conocido entomólogo y profesor Bolivar y de su hijo, y también del botánico y profesor Crespí. En las aldeas, al viajar en coche o a caballo siempre recibíamos el trato extraordinariamente amistoso y la hospitalidad propios de los españoles.
   Nuestra tarea era familiarizarnos con todas las regiones agrícolas de España, recorrerla en todas direcciones y recolectar la mayor cantidad de semillas en cultivos extensivos y hortícolas. Elegimos Madrid como punto de partida desde el que dirigirnos radialmente a las diferentes regiones del país, siguiendo la temporada de maduración de los cereales.
  El visado que nos había concedido gracias a la recomendación de nuestros amigos solo tenía validez para un mes. A medida que avanzaba el viaje se hacía evidente la imposibilidad de abarcar toda la diversidad de las regiones agrícolas, aun seleccionándolas en un periodo de tiempo breve. Nuestros amigos nos aconsejaron que gestionáramos en la prefectura de Madrid la ampliación del visado para un mes más.
   El viejo edificio de la prefectura con ventanas estrechas y con rejas se conservaba, con seguridad, desde los tiempos de la Inquisición. Nos condujeron al recibidor por unos pasillos estrechos  en semipenumbra. El botánico Crespí, que nos acompañaba, nos susurró que al parecer, el prefecto sabía ruso. Unos minutos después y sin tener que guardar turno, fuimos recibidos por el prefecto de la ciudad de Madrid en una habitación lúgubre de bóvedas pintadas.
   Junto al escritorio, en levita de civil, con la mano en el pecho a lo Napoleón, había un funcionario robusto, con porte de militar y que chapurreaba en ruso una canción: "Crepitaba, llameaba el incendio en Moscú..."*
   El aviso de Crespí me había preparado un poco para esa declamación inesperada, a la que respondí con versos:
   Desde Sevilla a Granada 
   en la oscuridad serena de las noches,
   resuenan las serenatas,
   resuena el toque de espadas... **
  
El general resultó ser el antiguo agregado miliar en la Rusia zarista, había vivido en nuestro país seis años  conocía bien el Cáucaso y el Volga. El objetivo de nuestro viaje no fue de mucho interés para el general. Nos aconsejó que prestáramos más atención al arte español.
   El visado se prorrogó sin demora para dos meses más, con la aseveración de que si el profesor ruso deseaba pasar más tiempo en España, no había ningún obstáculo para ello, puesto que el prefecto confiaba en que el profesor no iba a dedicarse a la propaganda. Como recuerdo de este encuentro, recibí del prefecto una tarjeta de visita sorprendente por su gran tamaño.
   Aun así, supe más tarde, desde mi entrada en España había tenido detrás a dos policías de paisano que me habían acompañado en todos los viajes, bien los dos juntos, bien por turnos. Como estaba absorto en el trabajo, en la recolección y envío de materiales, reparé poco en estos involuntarios compañeros de viaje.
   Una vez terminados mis estudios en el sur, me dirigí a León a mediados de junio, donde tenía pensado empezar a estudiar las zonas de Asturias, Galicia y Basconia. Me acompañaba el profesor Crespí, quien se dirigía junto con su familia a las montañas para las vacaciones de verano. Antes de partir para las montañas se me acercó con aspecto de desconcierto y me anunció que tenía que comentarme un asunto confidencial. Resulta que los agentes que me acompañaban desde la misma frontera, convencidos de mis intenciones pacíficas, habían pedido al profesor que iniciara conversaciones conmigo con el objeto de cerrar un acuerdo. Estos hombres habían declarado que el profesor ruso con sus rápidos desplazamientos en coche, ferrocarril o a caballo por las montañas, los había llevado a la extenuación, por lo que ellos, preocupados por su propia salud, le proponían el siguiente acuerdo: el profesor debía comunicarles con antelación la dirección y las localidades de su viaje, puesto que oficialmente ellos debían acompañarlo, pero que no iban a seguirlo ni en las montañas, ni sobre todo en los viajes a caballo, sino que lo esperarían en un lugar determinado, en los hoteles de las ciudades. A cambio se comprometían a ayudar en todo lo posible durante el viaje, a reservar billetes y habitaciones del hotel, y a enviar los paquetes.
   Tras darle vueltas al asunto, decidí cerrar el trato. Nos presentaron. Reconocí las dos fisionomías tanto tiempo familiares, en bombín y vestidos de paisano. Los primeros días después de la firma de nuestro acuerdo, transcurrieron relativamente bien. Yo tenía que trabajar sobre todo en zonas montañosas y ellos pasaban el rato, a lo que parece bien satisfechos, en las ciudades, en los hoteles. Pero posteriormente tuve que romper el acuerdo en vista de su permanente disposición a reservar habitaciones en hoteles preferentemente caros, en el centro de las ciudades y su empeño general a darse a la buena vida.

Los centros de origen de las especies de cultivo son aquellas regiones en donde se inició el proceso de selección y mejora de las especies cultivadas y donde aún se encuentran parientes silvestres de dichas especies.
*Canción popular rusa sobre los incendios de Moscú durante la invasión de las tropas napoleónicas en 1812
**Los versos pertenecen a Serenata de don Juan, escrita por Aleksei Tolstói  musicada por Piotr Chaikovski



Cinco Continentes
Nikolái Ivánovich Vavílov

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