viernes, 24 de junio de 2016

Reflexiones sobre el Brexit

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Foto: EFE
 Si hubiera un concurso para encontrar la película histórica que más errores historiográficos tiene de todos los tiempos, ¿cuál ganaría? Una candidata obvia sería Braveheart, de Mel Gibson, una película que no sólo insinúa que su protagonista William Wallace era un pobre campesino que vivía en una tienda de campaña (cuando en realidad era un noble que, con bastante seguridad, creció en un castillo), en la que tenía una aventura con Isabela de Francia, que tenía siete años en aquel momento y en la que, para colmo, Wallace se viste con falda escocesa, una tecnología que, en realidad, se inventó en Inglaterra cuatro siglos más tarde.
Una de las muchas libertades dramáticas que se toma la peli se encuentra en la última escena, cuando William Wallace/Mel Gibson está siendo torturado de manera espantosa ante todo el mundo para que se arrepienta públicamente por su lucha contra los ingleses. En lugar de rendirse, y con su último aliento, grita: "Freeeeeeeedom! Es un momento muy divertido. Además, en un plus-de-populismo, la película hace un corte rápido a una imagen de la cara del rey Eduardo de Inglaterra, en su cama, angustiado porque le ha despertado repentinamente el grito de Wallace. La metáfora es obvia pero correcta: el grito de "libertad" es capaz de despertar hasta la conciencia de los opresores. Me parece que la pregunta de hoy es la siguiente: después del voto en el Reino Unido sobre la UE, ¿de qué sueño o pesadilla nos hemos despertado?

La respuesta derechista y ultraderechista a esta cuestión, por todo el continente, es predecible. Vamos a parafrasearlo: "Los británicos están hartos de la inmigración masiva. Sí, claro, también les preocupa la justicia económica, la falta de democracia, etc., pero fundamentalmente, a los británicos no les gustan los inmigrantes (y esto es algo que debe apoyarse)." Mucho más interesante, sin embargo, ha sido la respuesta de la izquierda en general, sobre todo en Gran Bretaña. Es curioso, porque replica casi palabra por palabra la conclusión de la derecha: "Los británicos han votado para salir porque no les gustan los inmigrantes". El único matiz que añade la izquierda es que esto no es algo que deba apoyarse. El rencor entre la izquierda cultural y mediática y las clases populares en Gran Bretaña hoy es palpable.

Debo confesar, sin embargo, que para mí, lo que más me ha deprimido en todo el proceso de este referéndum no han sido mis especulaciones sobre los deseos de los obreros británicos. Me ha preocupado más este paralelismo entre la izquierda y la derecha. Ya sé qué opinan los derechistas y ultraderechistas. No espero otra cosa de ellos. Siempre están allí, posados, listos para alimentarse del sufrimiento de la gente. Lo que me ha sorprendido mucho más -y negativamente- ha sido la ausencia absoluta de ganas por gran parte de la izquierda británica de articular el enorme malestar obrero que parece que ha impulsado decisivamente el voto a favor del Brexit.

Toda la izquierda mainstream en las islas británicas ha apoyado la opción de quedarse en la UE. Desde Owen Jones a Tony Blair. No sólo eso, sino que han dicho cosas extremadamente dudosas y llenas de especulaciones para justificar su posición. En parte, han ido replicando las mentiras catastrofistas del centro-derecha: que perderíamos industrias enteras si salíamos, que la economía se hundiría, que Escocia saldría del Reino Unido (a ver si Escocia prefiere cambiar Westminster por Bruselas, o la libra por el euro; yo no estoy tan seguro). Pero también han añadido algunas mentiras propias: que la UE protege los derechos de los trabajadores (algo que todo el mundo sabe intuitivamente que es falso; francamente, me parece un insulto a la inteligencia de los británicos presentar ese argumento) y, sobre todo, que la UE va a proteger a los británicos del neoliberalismo (una afirmación que es para echarse a reír). Y todo lo han empaquetado con un argumento humanista-sentimental que, en términos intelectuales y políticos, no tiene sentido alguno: "Estamos mejor juntos que separados". Hasta la persona menos formada del mundo sabe que decir esto no es decir absolutamente nada (¿podemos llamarlo la política de Coldplay?). ¿Cuál ha sido la posición del Partido Laborista?


El líder actual del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, que es de la izquierda tradicional, siempre ha sido anti-UE. Todo el mundo lo sabe. Pero ha decidido hacer campaña para quedarse, probablemente por razones estratégicas. Ahora, el resto del Partido Laborista en el Parlamento - que odia a Corbyn, su líder, porque es genuinamente de izquierdas y le eligió el partido, no ellos - van a usar el resultado como excusa para dar un golpe contra él. ¿Su razonamiento? Precisamente, que Corbyn no es capaz de representar el malestar -las preocupaciones y problemas diarios- de la clase obrera británica que normalmente ha votado al Partido Laborista. Seguramente van a decir lo siguiente: Corbyn no representa los obreros porque es pro-inmigración.

Pero hay una gran ironía aquí. Es cierto que Corbyn fue el político más abiertamente pro-inmigración de todos (durante la campaña, por ejemplo, dijo que la inmigración no debería limitarse nada, porque si hay movimiento libre de capital, no puedes limitar el movimiento de gente; bien), pero una encuesta clave antes del voto mostró que Corbyn también fue el líder político en el que el público más confió durante la campaña (muchísimo más que en Cameron, por ejemplo). Yo elijo sacar la siguiente conclusión de este hecho.

Creo que lo que Corbyn ha sido capaz de articular, aunque sea indirectamente -con su ambivalencia evidente hacia la UE- es algo que una parte importante del resto de la izquierda ha preferido ignorar: que la gente está harta. No un poco harta, no más o menos harta, sino total y completamente harta. Y no solo en Gran Bretaña, sino en todo el continente, por no mencionar, en gran parte de Occidente (¿un socialista judío de 74 años ganando el 46% del voto en las primarias estadounidenses? ¡¿Trump como candidato republicano?!). En este continente, la gente está harta, por ejemplo, de imperialismo europeo (Ucrania), de la destrucción económica de un país europeo orgulloso en nombre de bancos franceses y alemanes (Grecia), de la arrogancia tecnocrática (Bruselas). Y además -¿por qué no decirlo?-, la gente está harta de ver a cuerpos de niños muertos en las playas del Mar Mediterráneo.

Pero sobre todo -porque esto en realidad afecta a todo lo demás-, la gente está harta de la ausencia absoluta de control democrático sobre sus propias vidas. La Unión Europea debe ser el ejemplo más evidente de eso en Occidente. Incorregiblemente antidemocrática, parece a veces que su única meta es servir a los intereses del capital financiero europeo. Si la izquierda se niega a representar esta preocupación, lo hará, encantada, la derecha, que tergiversará todo para servir a sus propios propósitos. Efectivamente, es hora de despertarse.


Fuente:  http://www.huffingtonpost.es/timothy-appleton/reflexiones-sobre-el-brex_b_10655502.html?utm_hp_ref=spain

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