jueves, 11 de agosto de 2016

¡Ballena!



Christopher Swann

 Allí Leviatán,                                                           
la mayor de las criaturas, en las profundidades     
como un extenso promontorio duerme o nada,      
y parece una isla en movimiento; y por sus agallas
  recoge, y al respirar expulsa, todo un océano.        
  
John Milton


En diciembre de 2004, el New York Times informó sobre la publicación de un oscuro estudio científico. Doce años de seguimiento de las llamadas de ballena de 55-Hz emitidas desde una fuente singular del Pacífico Norte era el resultado de la investigación sobre una ballena en concreto durante su viaje desde California a las islas Aleutianas frente a la costa de Alaska que "llamaba con una voz distinta a la de cualquier otra ballena y no recibía ninguna respuesta".
    "La llamada, posiblemente una señal de apareamiento, sugiere que el animal vive en un aislamiento absoluto e involuntario". Se había rastreado el sonido durante más de una década y durante ese período su timbre se había hecho más grave, lo que indicaba que la ballena todavía estaba madurando. Un científico creía que la ballena podría "tener algún cruce de cables y estar emitiendo en la frecuencia equivocada aunque escuchando en la correcta"; otro consideraba que el emisor de la llamada debía de ser el resultado de un cruce interracial entre una ballena azul y otra especie, "y, por tanto, auténticamente única en su especie".
    Historias como esta parecen llegarnos al corazón porque no podemos evitar emocionarnos con estos paradójicos animales. Se alimentan de los organismos más diminutos -las ballenas tienen que ser muy grandes para poder tragar enormes cantidades de ellos- y, sin embargo, necesitan comer mucho precisamente a causa de su gran tamaño. Las jorobadas, por ejemplo, devoran una tonelada de pescado al día, básicamente anguilas de arena que, gracias a sus glándulas que excretan la sal, están llenas de agua dulce que sacia la sed del cetáceo. Puede que las ballenas vivan en las mayores masas de agua del mundo, pero nunca pueden beber.
    En delicada sintonía con lo que las rodea, las ballenas anuncian su presencia mediante ondas de sónar: observan a través del sonido, diagnostican el estado de un mundo que nuestra ignorancia nos tiene vedado. Producto de una rama distinta de la selección evolutiva, parecen haber alcanzado una forma superior. El océano abierto, sin barreras y con un suministro de alimento fácilmente accesible es un medio excelente para la evolución de animales tan enormes, longevos e inteligentes como estos; un medio en que la comunicación y la vida social ocupan el lugar de la cultura material. La suya es una raza sin tierra, libre de hipotecas y de combustibles fósiles, sin restricciones por fronteras ni por carencias, satisfecha con cantar, dormir, comer y morir.




Philip Hoare

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