domingo, 25 de septiembre de 2016

Snowden quiere volver a casa

El informático que desveló el espionaje masivo de EE.UU. lanza una campaña para que Barack Obama le conceda un indulto antes de que termine su mandato
<p>Edward Snowden.</p>
Edward Snowden.
Freedom of the Press Foundation
 Edward Snowden quiere volver a casa. Hace tres años, el joven informático estadounidense vio cómo su gobierno le revocaba el pasaporte, cuando se encontraba en el aeropuerto de Moscú. Si lograse volver a América, Snowden se enfrentaría a un juicio por delitos de ‘espionaje’ y robo de secretos de Estado por entregar a dos periodistas un millón y medio de documentos clasificados. La filtración sirvió para arrojar luz sobre los sistemas de vigilancia masiva que los gobiernos de EEUU y el Reino Unido habían implantado en todo el mundo. Casi nadie duda de que su escuálido cuerpo de treinta y tres años de edad pasaría la siguiente treintena en prisión.

Pero Snowden no se rinde. La semana pasada, su equipo de defensa presentó una campaña para pedir un indulto a Barack Obama antes de que este deje la Casa Blanca en enero. La campaña ha logrado sacudir al menos momentáneamente a la opinión pública. Se presentó en una rueda de prensa el 14 de septiembre con representación de Human Rights Watch, Amnistía Internacional y la American Civil Liberties Union (ACLU), coordinada con anuncios efectistas a toda página en los principales periódicos del país. El lanzamiento coincide con el estreno de Snowden, la película de Oliver Stone sobre la vida del analista informático, que fuera subcontratado por la National Security Agency (NSA).

Se trata de una petición dirigida directamente a Obama, y que, por tanto, se ‘salta’ al Departamento de Justicia. “Es un caso extraordinario”, señala Noa Yachot, estratega de comunicación de la ACLU, que dirige la campaña ‘Pardon Snowden’. Yachot apunta que es habitual que los presidentes aprovechen sus últimos meses en el cargo para tomar decisiones políticas que hubieran resultado demasiado “arriesgadas” antes. “Es el momento de que Obama considere cuál será su legado en materia de Seguridad Nacional, así que apelamos a él directamente para que aproveche esta oportunidad”.

Desde que Snowden contactase con el periodista Glenn Greenwald, entonces en The Guardian, y la cineasta Laura Poitras, para entregarles los documentos de la NSA, las consecuencias de sus revelaciones han sido extraordinarias: en mayo de 2015, un tribunal declaró ilegal la sección 215 de la Patriot Act, que justificaba la recolección masiva de información sobre llamadas telefónicas. Poco después, el Congreso sustituyó la polémica norma con la USA Freedom Act, que limitaba el poder del Estado para hacerse con información de comunicaciones privadas. Era la primera vez que el poder legislativo estadounidense intercedía para poner coto a la vigilancia del ejecutivo sobre sus ciudadanos desde 1970. Además, un panel de expertos nombrados por Obama, recomendó decenas de reformas mucho más ambiciosas que siguen pendientes de aprobación. Tampoco el sector privado se salió de rositas: gigantes tecnológicos como Apple o Google, que habían sido cómplices del espionaje masivo del gobierno estadounidense dentro y fuera de sus fronteras, se vieron obligadas a cifrar las comunicaciones de sus usuarios, ante el bochorno (y la amenaza de pérdida de clientes) que se les vino encima.

“Los beneficios de la filtración son enormes e innegables”, señala Trevor Timm, director ejetcutivo de la Freedom of the Press Foundation. “Snowden abrió el debate sobre cuestiones fundamentales sobre privacidad, y permitió que el pueblo estadounidense supiera lo que se estaba haciendo en su nombre”, concluye.

Hay quien no lo tiene tan claro. “Snowden es un traidor”, opina Fred Fieltz, exanalista de la CIA y vicepresidente del think tank conservador Center for Security Policy. “Sin duda, lo que hizo benefició al ISIS, a Al Qaeda, a los chinos y a los rusos, que se hicieron con material muy importante y sensible. Tenía una obligación legal, e hizo un juramento para protegernos. Pero decidió romper con su obligación y filtrar toda esa información a la prensa. Es un desequilibrado que actuó movido por el revanchismo. Si de mí dependiera, lo mandaría a Guantánamo, para que se codee con los terroristas a los que tanto ayudó”.

Fieltz no es el único que cree que la filtración de Snowden trajo consigo la muerte de civiles inocentes. En noviembre, tras la masacre de la discoteca Bataclan, en París, el exdirector de la CIA, James Woosley pidió públicamente la ejecución de Snowden tras acusarle de haber facilitado que los autores de los atentados encubrieran sus comunicaciones electrónicas, después de conocer las tácticas que las autoridades utilizaban para interceptarlas. (Woosley no tuvo nada que decir sobre los numerosos atentados que tuvieron lugar en Occidente antes de las filtraciones de Snowden, como los del 11-M en Madrid o el 7-J en Londres, en 2004 y 2005 respectivamente).

Un estudio de la publicación especializada Flashpoint demostró en 2014 la escasa influencia que la filtración de Snowden tuvo sobre cómo se comunican los yihadistas, que ya tomaban precauciones contra la vigilancia gubernamental mucho antes de trascender los documentos filtrados por Snowden. “Deberíamos dar las gracias a Snowden por las reformas que propició en vez de castigarle”, señala Yachot.

Incluso entre quienes conceden que Snowden abrió un debate sustancial que llevó a reformas importantes, algunos le critican por haber hecho pública información sobre cómo espía Estados Unidos a ciudadanos de otros países e incluso a otros gobiernos.

“A los defensores de Snowden les gusta hablar sobre las cuestiones de vigilancia a nivel nacional”, señala Bradley Moss, abogado especializado en cuestiones de seguridad nacional. “Pero obvian algo fundamental: la mayor parte de lo que reveló tiene que ver con la vigilancia que nuestro gobierno hace de ciudadanos extranjeros, de otros gobiernos o de terroristas. Eso invalida toda posibilidad de indulto: las responsabilidades del presidente lo son para con sus ciudadanos, no con el resto del mundo”.

Pero esa visión de la privacidad choca con un mundo globalizado en la que la información fluye gracias a internet, señala Sherif Elsayed-Ali, director de tecnología y derechos humanos de Amnistía Internacional. “Estados Unidos tiene obligaciones de derecho internacional, y es firmante de varios tratados que  reconocen el derecho a la privacidad, tanto a nivel doméstico como internacional”, recalca. Elsayed-Ali  añade que el bien social logrado por los actos pesa más que el delito que cometió al filtrar los documentos. “Creemos que no tendría que haber sido procesado”.

Snowden siempre ha defendido que actuó guiado por el principio de defensa del bien común, y consternado por las violaciones de derechos que observaba a diario. En la biografía de su perfil de Twitter –desde el que sólo ‘sigue’ a la NSA— declara: “Antes trabajaba para el Estado; ahora trabajo para el pueblo”. Si realmente tenía fines tan altruistas, apunta Moss, podría haber utilizado canales de queja internos para denunciar excesos, o incluso hablado con parlamentarios estadounidenses que, como él, tenían acreditación legal para conocer los detalles de los programas de vigilancia. “El caso es que no lo hizo”, señala. “Compartió la información con periodistas que no tenían derecho a conocerla. Siempre me ha parecido imprudente y soberbio por su parte”.

“Eso no es así”, apostilla Timothy Edgar, jurista especializado en ciberespionaje y derechos civiles, que trabajaba en la NSA al mismo tiempo que el analista informático. “Snowden no podía utilizar canales de queja internos. Lo sé porque yo estaba ahí, en un puesto de mayor responsabilidad que el suyo, y alcé la voz sobre muchos de los mismos abusos que él denunció. No hubo cambios. Para lograrlos, Snowden tuvo que hacer sus pública la información”.

La cuestión de qué motivó a Snowden a llevar a cabo su filtración es fundamental para su defensa, pero si regresa a Estados Unidos sin que medie el indulto presidencial, será juzgado de acuerdo con la Ley de Espionaje. Esta norma, aprobada en plena Primera Guerra Mundial, no distingue entre quienes venden secretos de Estado a otros gobiernos y los que, como Snowden dice que hizo, los ponen a disposición de periodistas responsables para propiciar el debate y las reformas necesarias. “Bajo esa ley, el proceso penal contra Snowden sería inherentemente injusto”, señala Trevor Timm. La ley no permite que el acusado haga referencia al motivo por el que actuó como lo hizo, ni que apele al bien común o a la ausencia de daño a la seguridad nacional como defensa al dirigirse al jurado hasta después de haber sido declarado culpable o inocente. “De hecho, estaría silenciado a la hora de hacer cualquier defensa posible”, culmina Timm. “Por eso es necesario el indulto”.

¿De verdad creen los responsables de la campaña que Obama indultará a Snowden? “Quizá lo haga”, opina Sue Gardner, periodista de origen canadiense, y copresidenta de ‘Pardon Snowden’. Gardner vuelve a apelar a los valores del presidente. “Obama prometió más transparencia y protecciones para quienes denunciaran abusos antes de llegar a la Casa Blanca. Estoy segura de que rechaza algunas de las decisiones que ha tenido que tomar en momentos difíciles, pero es un hombre con coraje y principios, y por eso creo posible que lo haga”.

John Feffer no se muestra tan optimista. “Es paradójico porque obviamente no lo esperábamos antes de su elección, pero los hechos demuestran que el gobierno de Obama ha sido más vengativo y más celoso en su defensa del ‘complejo de seguridad nacional’ que ninguno de sus predecesores”. Feffer, director de la revista Foreign Policy in Focus, señala que solamente se ha procesado a alguien bajo la Ley de Espionaje diez veces desde su aprobación en 1917. Siete de esos diez procesamientos los ha llevado a cabo el gobierno Obama. Para Feffer, dichos procesamientos forman parte de un ‘culto al secretismo’ del que ha participado el gobierno. Y reflejan algo más: “La impenetrabilidad e impunidad del ‘complejo de seguridad nacional’, cuyos miembros no son elegidos, y que trasciende el poder de los sucesivos gobiernos”.
Al final de la rueda de prensa de presentación de la campaña, Snowden intervino por videoconferencia desde Moscú, donde vive desde hace tres años. “En realidad, yo no soy el protagonista de esto”, dijo mirando fijamente a la cámara, con su habitual flequillo desaliñado, media sonrisa enigmática y la mirada nublada. Hasta ahí, tanto sus partidarios como sus detractores hubieran estado de acuerdo. Pero Snowden continuó: “Los protagonistas somos todos nosotros y nuestro derecho a disentir”. ¿Hablaba un ególatra con sed de venganza o un héroe desterrado?



Fuente:  http://ctxt.es/es/20160921/Politica/8592/snowden-nsa-obama-eeuu.htm

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