sábado, 19 de noviembre de 2016

J.B.S.Haldane

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J. B. S Haldane https://es.wikipedia.org/wiki/John_Burdon_Sanderson_Haldane
Buena parte de lo que sabemos sobre supervivencia en situaciones extremas se lo debemos a un extraordinario equipo formado por un padre y un hijo, John Scott y J.B.S. Haldane. Los Haldane eran muy excéntricos incluso para los criterios no demasiado rigurosos de los intelectuales ingleses. Haldane padre nació en 1860, en el seno de una familia de la aristocracia escocesa (su hermano era vizconde), pero casi toda su carrera transcurrió en una modestia relativa como profesor de fisiología en Oxford. Tenía fama de ser muy distraído. En cierta ocasión en que su esposa le hizo subir al dormitorio a cambiarse para asistir a una cena, no regresaba y cuando subieron a ver lo que le pasaba descubrieron que se había puesto el pijama, se había metido en la cama y estaba dormido. Cuando le despertaron, explicó que se había dado cuenta de pronto de que estaba desvistiéndose y había pensado que debía de ser porque era ya hora de acostarse. Su idea de unas vacaciones era irse a Cornualles a estudiar la anquiloestoma de los mineros.
   Lo que hizo Haldane por el submarinismo fue determinar los intervalos de descanso necesarios para efectuar una ascensión desde las profundidades sin contraer la enfermedad del buzo, pero sus intereses abarcaron el total de la fisiología, desde el estudio del mal de altura de los escaladores hasta los problemas de las crisis cardíacas en las regiones desérticas. Sintió especial interés por los efectos de los gases tóxicos en el cuerpo humano. Para entender mejor cómo mataban a los mineros las fugas de monóxido de carbono, se intoxicó metódicamente, tomándose al mismo tiempo muestras de sangre y analizándolas. Interrumpió el experimento sólo cuando estaba ya a punto de perder el control muscular y el nivel de saturación de la sangre había llegado al 56%... Un nivel que se hallaba sólo a unas fracciones de la muerte segura.
   Jack, el Haldane hijo, conocido por la posteridad como J.B.S., fue un notable prodigio que se interesó por el trabajo de su padre casi desde su temprana infancia. A los tres años de edad le oyeron preguntar malhumorado a su padre: "Pero ¿es oxihemoglobina o carboxihemoglobina?". El joven Haldane ayudó a su progenitor durante su juventud en sus experimentos. Siendo aún adolescente, solían probar juntos gases y máscaras antigás, turnándose para hacerlo,  con el fin de comprobar el tiempo que tardaban en desmayarse*.
   Aunque J.B.S. Haldane no llegó a graduarse en ciencias (estudió lenguas clásicas en Oxford), fue un científico eminente por derecho propio y trabajó sobre todo para el Gobierno en Cambridge. Entre otros muchos logros de este Haldane, figura haber desempeñado un papel decisivo en la fusión de los principios darwinianos de la evolución con la genética mendeliana, cuyo resultado, conocen los genetistas como la Síntesis Moderna.


   El joven Haldane fue tal vez el único ser humano a quien la Primera Guerra Mundial le pareció "una experiencia muy gozosa"", y admitió sin rubor: "Gocé de la oportunidad de matar a gente". Resultó herido dos veces. Después de la guerra se convirtió en un divulgador de la ciencia de bastante éxito y llegó a escribir 23 libros. Se convirtió además en un marxista entusiasta. Se ha dicho, no del todo cínicamente, que esto último no era más que puro afán de llevar la contraria y que si hubiese nacido en la Unión Soviética habría sido un monárquico ferviente. Pero lo cierto es que casi todos sus artículos aparecieron en primer lugar en el comunista Daily Worker.
Mientras los principales intereses de su padre se centraban en los mineros y en el envenenamiento, el joven Haldane se consagró a la tarea de salvar a submarinistas y buceadores de las consecuencias desagradables de su trabajo. Adquirió con fondos del almirantazgo una cámara de descompresión a la que llamó la "olla a presión". Consistía en un cilindro metálico en el que se podía encerrar a tres personas al mismo tiempo y someterlas a diversas pruebas, todas dolorosas y casi todas peligrosas. Podía pedir a los voluntarios que se sentaran en agua helada mientras respiraban una "atmósfera aberrante" o se les sometía a rápidos cambios de presionización. En otro experimento se sometió él mismo a una ascensión simulada peligrosamente rápida para comprobar qué pasaba. Lo que ocurrió fue que le estallaron los empastes de las muelas. Casi todos los experimentos acababa con que alguien tenía un ataque, sangraba o vomitaba. La cámara estaba prácticamente insonorizada, de manera que el único medio que tenían sus ocupante de indicar que se encontraban mal era golpeando de forma insistente en las paredes o alzando notas hasta una ventanilla. En otra ocasión que se estaba intoxicando con elevados niveles de oxígeno, sufrió un ataque tan grave que se le rompieron varias vértebras. Un riesgo habitual consistía en el colapso pulmonar. También eran frecuentes las perforaciones de tímpanos. Pero, como indicaba tranquilizadoramente Haldane en uno de sus artículos: "El tímpano en general se cura. Y si queda algún orificio, aunque uno se quede un poco sordo, siempre puede expulsar el humo del tabaco por el oído en cuestión, lo que constituye un éxito social". 

  Lo extraordinario de todo esto no era que Haldane estuviese dispuesto a someterse a tales riesgos y penalidades en la investigación científica, sino que no tuviera problema para convencer a colegas y seres queridos de que entrasen también en la cámara. Su esposa, lanzada a un descenso simulado, sufrió una vez un ataque que duró trece minutos. Cuando al fin dejó de dar saltos en el suelo, la ayudó a levantarse y la mandó a casa a hacer la cena. Haldane utilizaba muy gustoso a cualquiera que tuviese a mano, incluido en una ocasión memorable, un primer ministro español, Juan Negrín. El doctor Negrín se quejó después de un leve cosquilleo y "una curiosa sensación aterciopelada en los labios". Pero por lo demás, perece que resultó ileso. Un experimento similar de privación de oxígeno dejó a Haldane seis años sin sensibilidad en las nalgas y la parte inferior de la espina dorsal.
   Entre las muchas intoxicaciones que le interesaban concretamente a Haldane figuraba la intoxicacion con nitrógeno. Por razones que aún no están del todo claras, a profundidades superiores a unos treinta metros, el nitrógeno se convierte en un poderoso embriagante. Bajo sus efectos sabemos que ha habido buceadores que han ofrecido sus tubos de respiración a los peces que pasaban a su lado o que han decidido hacer un alto para fumarse un cigarrillo. También producía extraños cambios de humor. Haldane cuenta que, en una prueba, el sujeto "osciló entre la depresión y el entusiasmo, rogando en un momento que le descomprimiese porque se sentía muy mal y echándose a reír al momento siguiente, intentando estorbar a su colega que estaba haciendo una prueba de habilidad".
   Para medir el grado de deterioro del sujeto, tenía que entrar en la cámara un científico con el voluntario para plantearle sencillas pruebas matemáticas. Pero, como recordaría Haldane más tarde a los pocos minutos "el científico solía estar tan embriagado como el voluntario y muchas veces se olvidaba de poner el cronómetro en marcha o de tomar las notas que tenía que tomar". La causa de la embriaguez hoy sigue siendo un misterio. Se cree que tal vez se trate de lo mismo que produce la embriaguez alcohólica, pero, como nadie sabe con certeza qué es lo que causa eso, semejante consideración no sirve de mucho. Lo cierto es que, si no se tiene muchísimo cuidado, es fácil que uno tenga problemas cuando abandona el mundo de la superficie.


*Para demostrar los efectos de respirar grisú, mi padre me dijo que me pusiera de pie y recitara el discurso de Marco Antonio del Julio Cesar de Shakespeare, que empieza "Amigos romanos, compatriotas". Pronto empecé a jadear, y en algún punto cerca de "el ilustre bruto" mis piernas cedieron y caí al suelo donde, naturalmente, el aire estaba bien. De este modo aprendí que el grisú es más ligero que el aire y que no es peligroso respirarlo. ( Las piedras falaces de Marrakech. Stephen J. Gould)


 
Una breve historia de casi todo
Bill Bryson

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