domingo, 1 de enero de 2017

“Hay un fenómeno mundial de expulsión de las clases populares del centro de las ciudades”

Dos sociólogos urbanos y un arquitecto diseccionan las causas y las pautas de los procesos de gentrificación o “destrucción creativa” que están alterando las urbes occidentales y desplazando a la población autóctona de los barrios populares.
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Edificio abandonado de "La Panificadora". Vigo
    “Se puede decir que es un fenómeno mundial de expulsión de las clases populares del centro de las ciudades” que no solo afecta a Europa y EEUU sino que ya se ha extendido a América Latina, como revela “el efecto del Mundial de fútbol y los Juegos Olímpicos en las favelas brasileñas”, sostiene Jean Pierre Garnier, arquitecto y sociólogo urbano francés experto en planificación territorial que durante años ha estudiado los modelos de urbanización capitalista y sus consecuencias socioespaciales.

Un sociólogo urbano contracorriente (Icaria), que repasa su figura y sus posicionamientos críticos tanto con el capitalismo como con los modelos de participación ciudadana —“me parece un pleonasmo sospechoso”, dice— y con el movimiento anarquista, llega a las librerías poco después de que lo hiciera First we take Manhattan (Catarata), en el que el sociólogo urbano de la Complutense Daniel Sorando y el arquitecto y urbanista de la Politécnica madrileña Álvaro Ardura diseccionan, a partir de los primeros episodios documentados en EEUU en los años 70, los procesos de gentrificación o “destrucción creativa” que están sufriendo las ciudades de todo el planeta, con Madrid y Barcelona en puestos destacados. Los tres han coincidido en el seminario sobre “Ciudades-mercado y conflicto social” organizado por la Facultad de Ciencias Sociales y del Trabajo de Zaragoza.

 ¿La gentrificación vendría a consistir en transformar en exclusivos los barrios con exclusión? “Podría ser una forma de describirlo”, explica Sorando, que recuerda cómo “los barrios a los que de pequeño me decían que no fuera son a los que ahora van todos mis amigos porque están de moda”. “Se trata de zonas abandonados por las instituciones políticas, y por las que andaba gente golpeada por el sistema económico capitalista, que al cabo de unos años mejoran, pero no para esa población sino para otra que los va a consumir y que procede de otro estrato social”, añade Ardura.

Bob Dylan en taxi en la calle de la Desolación
En el libro utilizan una metáfora musical: las calles del sur de Manhattan que Bob Dylan describió en Desolation row (1965) plagadas de “personajes extraordinarios en situaciones patéticas” eran veinte años después “surcadas por los superhéroes de los años 80” como yuppies, brockers y artistas. Fue uno de los primeros casos de gentrificación. “De forma recurrente, se parte del desastre al que habían quedado reducidos muchos centros urbanos para, sin cuestionarse sus causas, justificar unas operaciones urbanísticas que de esa manera aparecen como una bendición de tintes filantrópicos”, señalan.

“Una de las consecuencias de esos procesos es la invisibilización urbana de las clases populares”, anota Garnier, que destaca cómo en los relatos oficiales y periodísticos “se habla mucho de la gente que pasa a ocupar esos barrios, pero poco o nada de dónde van o cómo van a vivir los que son expulsados. Se describe muy bien el proceso de colonización pero casi nadie se preocupa del devenir de la gente que es expulsada”.
Los sociólogos urbanos Daniel Sorando y Jean Pierre Garnier y el arquitecto urbanista Álvaro Ardura, durante su intervención en la Facultad de Ciencias Sociales de Zaragoza con el profesor Chabier Gimeno.
Los sociólogos urbanos Daniel Sorando y Jean Pierre Garnier y el arquitecto urbanista Álvaro Ardura, durante su intervención en la Facultad de Ciencias Sociales de Zaragoza con el profesor Chabier Gimeno.
 Esa población autóctona, apunta Ardura, “normalmente se desplaza a otras zonas de la periferia de la ciudad en las que tiene menor presión de precios y de coste de la vida”.

“En las ciudades se libra una guerra de baja intensidad, donde los enemigos oficiales son la insalubridad, la degradación y la inseguridad, para expulsar a la gente del centro y dispersarlos con el fin de que no se creen guetos difíciles de gestionar y de controlar”, añade Garnier, que resalta cómo “uno de los principales problemas para las autoridades francesas” consiste en controlar los suburbios que comenzaron a degradarse con la renovación urbana de los años 70, de los que, aunque “no hay una revolución sino una rebeldía consumista”, el integrismo islamista ha reclutado a más de 2.000 combatientes para la guerra de Siria.

El coste de la vivienda y la posición del alcalde
Los precios de la vivienda resultan clave en los procesos de gentrificación. En Barcelona, el aumento de 11 a 17 euros mensuales por metro cuadrado en los precios del alquiler —la renta de un piso de 50 metros ha pasado de 550 a 850 euros al mes— por la proliferación de la vivienda turística ha reducido la demanda para la vivienda habitual, explica Ardura, que llama la atención sobre otro factor: “El proceso de gentrificación clásico era más lento porque intervenía capital local, pero ahora estamos abiertos a flujos financieros internacionales capaces de generar potentes inyecciones de capital en muy poco tiempo”. “AirBNB no tiene un solo hotel —ejemplifica— pero factura cinco veces más que el mayor grupo hotelero” del mundo, Marriott, al que ya supera en valor de mercado.

Otro factor fundamental, especialmente en ciudades de mediano tamaño, es la actuación municipal. “Los procesos son acelerados en Russafa en València o en el Casco Norte en Sevilla por el apoyo de los gobiernos locales, aunque en el Cabanyal no lo lograron”, indica Sorando, que señala cómo “en zonas como La Magdalena y el Gancho, en Zaragoza, o en San Francisco y Bilbao La Vieja, en Bilbao, se observa cómo, una vez iniciado el proceso, éste se va de las manos porque no hay una gran capacidad de intervenir con vivienda pública”.

Los investigadores, no obstante, señalan como los barrios españoles con una gentrificación más intensa la Barceloneta, “colonizado por turistas que expulsan a clases populares vinculadas al puerto y a los pescadores”, y Malasaña o Lavapiés en Madrid, donde resulta interesante lo ocurrido en TriBall, junto a la Gran Vía: “se ha acuñado un acrónimo al estilo neoyorquino de SoHo o TriBeKa, ya es un barrio-marca”.

Nuevos nombres para nuevos pobladores
Esa suele ser otra de las características de la gentrificación: “Las operaciones de destrucción creativa no terminan hasta que no cambian el nombre de la mercancía”, algo que, por el procedimiento de borrar su nombre original, permite “borrar el estigma” que tuvo el barrio antes de sufrir el proceso y, al mismo tiempo, sostienen en el libro, brinda “la percha que ofrece un nuevo signo de distinción” al potencial vecino.

 La llegada de estos “suele ser bastante invisible al principio”, explica Sorando. “Los primeros nuevos pobladores del barrio mercantilizado no resultan ‘sospechosos’. Son gente con afinidad por las zonas multiculturales y tienen ideas progresistas, pero su nivel económico es superior al de los vecinos originales”, anota. Poco a poco, añade, “mediante pautas de consumo y de uso del espacio van pacificando el espacio para la entrada de nuevos gentrificadores que cada vez tienen un nivel económico más alto”.

Los estudios que Sorando y Ardura han realizado sobre los censos de los barrios gentrificados que han estudiado revelan algunas pautas de estos procesos. Una de las más reveladoras consiste en que a esas zonas llegan “directivos en niveles muy superiores al conjunto de la ciudad y salen desempleados y trabajadores, tanto manuales como especializados, en un volumen también mucho mayor”.



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