sábado, 28 de enero de 2017

La Escuela perdida


Frank Horvat

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   El problema de la Escuela de hoy no es su sesgo pacifista, no es la mirada panóptica del vigilante que identifica y reprime, castigando las diferencias subjetivas del ideal normativo que se exige reproducir, sino más bien su dramática evaporación, el riesgo de extinción en el que se halla. Es el mismo proceso que afecta a la figura paterna.
   Lo saben perfectamente los docentes, que por un lado se ven desacreditados, situados en los márgenes de la sociedad, humillados económica y profesionalmente y, al mismo tiempo, llamados paradójicamente a ejercer cada vez más la función de suplentes de un discurso educativo que parece haber perdido apoyo, ya sea el de las familias o el de las instituciones. El rostro hipermoderno de la Escuela no se parece en absoluto al de un tribunal moral que debe emitir una sentencia sobre el destino de los jóvenes, sino más bien a lo que Pasolini denominaba "el nuevo fascismo de la sociedad de consumo"; un rostro que pierde sus rasgos, impalpable, ausente, no habitado por la mirada siempre vigilante del Gran Hermano, sino por los ojos vacíos de una persona deprimida.
   La crisis del discurso educativo no consiste únicamente en la crisis del poder disciplinario en el proceso de formación, sino por encima de todo en la crisis de su propio sentido y, más importante aún, de ese proceso que pretende definirse como "educación" y que Françoise Dolto propone llamar de forma ´más amplia "humanización de la vida", de la que depende el que nos convirtamos en sujetos.
   Es un hecho: el hiperhedonismo que orienta el discurso del capitalista autoriza a reducir la palabra "educación" a una baratija de la época ideológica, destinada a ser archivada sin nostalgia. La Escuela corre serio peligro de dejar de ser el lugar público de la formación de los individuos, formación filtrada y organizada por el contrario en otros ámbitos (televisión, internet), fuera del entorno de la cultura, dejada a merced de las ilusiones de las que se alimenta el discurso capitalista.[...]
   La denominada, por sus iniciales en italiano, "escuela de las tres íes", impresa, informática, inglese (empresa, informática, inglés), tan ostentosamente anunciada por un ministro como una innovación para adaptarse a los nuevos tiempos, no actúa en nombre de una pedagogía fascista que aspire a dar forma moral e ideológica a la vida, sino en nombre de una pedagogía neoliberal que reduce la Escuela a una empresa que tiene como objetivo producir habilidades eficientes y adecuadas para su propio sistema. Se sacrifica con sumo gusto cualquier referencia a la práctica educativa para hacer hincapié en un principio de rendimiento. La Escuela neoliberal exalta la adquisición de las competencias y la primacía del hacer, y suprime, o relega a un rincón apartado, toda forma de conocimiento no relacionado de manera evidente con el dominio pragmático de una productividad concebida sólo en términos economicistas....


Massimo Recalcati


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