martes, 29 de agosto de 2017

Mentes posibles

Toshiyuki Nakagaki
 Cada frase es un circuito eléctrico. Cuando   
accionas el interruptor, la frase se tiene que 
encender. Un circuito no tiene que ser bello,
sino eficaz. Su belleza reside en su eficacia.

Juan José Millás, El Mundo

   ...
   Existe un organismo que nos permite acercarnos a la cuestión de la inteligencia en un sistema carente de neuronas pero capaz de llevar a cabo algunas tareas muy complejas. Se trata de los hongos unicelulares del género Physarum, que han sido objeto de intensa investigación desde que se demostrara que podían resolver un problema tan aparentemente intrincado como hallar la salida de un laberinto.
 Los hongos del género Physarum se distribuyen de forma conpleja sobre las placas de cultivo

   Physarum es especial en varios sentidos, y uno de ellos es su naturaleza unicelular: aunque podemos verla a simple vista como un sistema de grandes dimensiones expandiendo su población por una placa de cultivo, se trata de una sola entidad celular, atravesada por tubos que transportan nutrientes y que le permiten distribuirse de forma característica. Una vez expandido, si en algún punto se encuentra con comida, por ejemplo un copo de cereal, se expande por el espacio circundante, explotando el recurso y repartiéndolo desde ese punto a otros lugares en los que también ha encontrado copos. Aunque carente de la sofisticación de un cerebro, este organismo puede resolver algunos problemas de una complejidad notable. Consideremos por ejemplo el problema práctico de determinar el mapa de carreteras que permita comunicar lo mejor posible un conjunto de ciudades empleando para ello los caminos más cortos, de forma que el coste de construcción sea mínimo. Tomemos un mapa real y situemos sobre éste las ciudades que queremos conectar. Si dejamos que un ordenador calcule el mapa de carreteras óptimo, puede hacerlo explorando todas y cada una de las posibles formas de hacer esta conexión. Pero un proceso de búsqueda sistemática en el que se ensayan todas las posibiliddades tiene un coste altísimo, y de hecho puede requerir tanto tiempo de cálculo que haga inviable encontrar una solución razonable. Nuestro hongo no parece un rival para un ordenador, pero resulta ser, de hecho, mejor que éste. Se puede observar, en una placa de cultivo, la secuencia de crecimiento de Physarum, en la que cada ciudad, inicia un proceso de explotación de los recursos que fluyen a través de los tubos conectores. Cuanto más cercanas están dos ciudades, mayor es el flujo, y como debe repartirse por otros caminos, en cierto momento observamos que se ha formado una red con muchos canales. Sin embargo, los que describen un camino más corto se mantienen, mientras que los más largos experimentan menos flujo y acaban desapareciendo. Este proceso de selección de canales nos recuerda, de hecho, lo que ocurre en el sistema nervioso durante el desarrollo embrionario y especialmente en los primeros años de vida de un ser humano. Al principio se construyen multitud de conexiones neuronales, pero el aprendizaje recorta su número posteriormente. Al acabar el proceso, nuestro Physarum ha dejado un conjunto de caminos estables que resultan ser los mismos que los ingenieros han diseñado a lo largo de los años para unir ciudades en el páis real. Tomad nota humanos.

La inteligencia colectiva en un organismo unicelular. En las figuras se han colocado pequeñas cantidades de alimento (puntos blancos) sobre una superficie en la que también se ha colocado una muestra de Physarum (mancha amarilla). Los puntos reproducen a escala la posición de diversas ciudades que el hongo unicelular, después de expandirse sobre toda la superficie, termina conectando mediante los caminos más eficientes. (Imágenes de Toshiyuki Nakagaki


La lógica de los monstruos
¿Hay alternativas a la naturaleza tal como la conocemos? 

Ricard Solé

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